No es habitual en mí escribir en primera persona cuando abordo un evento deportivo. Mi labor suele ser la de informar con la mayor objetividad posible, analizando fríamente lo que sucede sobre el ring o la cancha. Sin embargo, lo vivido el pasado 14 de junio de 2025 en el Hotel NH Collection Finisterre de A Coruña con el Malafama Fighters 12 Gold Edition ha sido, sencillamente, una experiencia que exige ser contada desde el corazón de quien la presenció. Fue una noche que rebasó los límites de lo imaginable en los deportes de contacto.
La expectación era palpable. Desde hacía semanas, la ciudad hablaba de una sola cosa: el regreso de Iago Barros al cuadrilátero, en su casa, en A Coruña. El ambiente en el NH Finisterre era electrizante, con todas las entradas agotadas, un síntoma inequívoco de lo que se avecinaba. Pero ni las previsiones más optimistas podían anticipar la brutalidad y la épica del combate estelar.
Cuando Iago Barros y Alejandro Santiago subieron al ring para la pelea estelar del Malafama Fighters 12, sabíamos que veríamos un gran combate. Lo que presenciamos fue algo totalmente diferente. Con guantillas de cuatro onzas, el escenario estaba listo para un intercambio sin cuartel. Y vaya si lo fue. Desde el primer segundo, ambos guerreros se enfrascaron en una guerra abierta, en un intercambio de golpes brutalmente directos que nos hizo contener la respiración en cada instante. No hubo especulación, no hubo tregua. Fue una avalancha constante de potencia, técnica y una voluntad de hierro que se negaba a ceder.
Cada puñetazo que conectaban era un golpe seco, resonando en el silencio momentáneo que precedía a los vítores del público. La resistencia de ambos luchadores era sobrehumana. Viendo la fiereza con la que se lanzaban, la determinación en sus miradas y la forma en que absorbían el castigo para devolverlo con más fuerza, uno no podía evitar sentir una mezcla de asombro y admiración profunda. Este no era un simple combate; era una declaración de intenciones, un testimonio de la dureza y el coraje inherentes a los deportes de contacto.
El clímax llegó con el resultado: un combate nulo. Una decisión que, aunque pueda parecer anticlimática para algunos, fue la única justa ante tal despliegue de fuerza, técnica y resiliencia. Ninguno de los dos merecía perder, y ninguno de los dos logró doblegar al otro de forma definitiva. Fue un empate que sólo subraya la igualdad de fuerzas y la entrega absoluta de Iago Barros y Alejandro Santiago. Personalmente, nunca había visto un nivel de ferocidad tan sostenido en un combate con estas características. Fue un pacto entre caballeros como la que protagonizaron Juli Giner y Kiko Martínez en la noche de leyendas, en el que se pactó que en caso de no noquearse el uno al otro, se pactaba un combate nulo en el que ambos salieran victoriosos a haber aguantado un combate de tal brutalidad
La Malafama Fighters 12 Gold Edition no solo nos dejó un combate estelar para el recuerdo; nos recordó por qué amamos los deportes de contacto. Por la disciplina, por la pasión, por la valentía de quienes se atreven a pisar el ring y ponerlo todo en juego. Y en A Coruña, con Iago Barros y Alejandro Santiago, fuimos testigos de la verdadera esencia de este deporte. Una noche, un combate, que permanecerá grabado en mi memoria y, estoy seguro, en la de todos los que tuvimos el privilegio de vivirlo.
Artículo de Fredi Mosteirin
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